martes, 28 de febrero de 2012

El sonido del agua

- ¿Hola? - consiguió decir Leisha con un gran esfuerzo.
Se ayudó del tronco para levantarse lentamente y escrutar las sombras en busca de cualquier cosa que le indicara la presencia de alguien. Tras un rato observando atentamente el bosque, se sentó con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en el tronco. Aún estaba dolorida por el esfuerzo de la noche anterior, pero estaba lo bastante recuperada como para poder caminar y moverse con más soltura que unas horas antes. 
Cerró los ojos para relajarse y notó las consecuencias de huir: el hambre y la sed. Escuchó atentamente esperando oír el sonido del agua, pero sólo se percibía el silbar de las hojas al ser agitadas por el viento.
De nuevo se preguntó a sí misma dónde estaba, sabía que aquello era un bosque, pero no cuál. Durante toda su vida había visto pocos mapas, y ninguno de ellos marcaba arboledas en los territorios cercanos a su hogar.
Se había ido lejos, tal vez demasiado, y eso la entristecía. Su idea había sido aquella; llegar a un lugar donde nadie la buscara, pero ahora que lo había conseguido, no sabía cómo actuar. No comprendía si debía alegrarse por haber alcanzado su meta, o echarse a llorar desconsoladamente por no saber qué hacer, cómo seguir su camino. 
Un sonido la sacó de sus pensamientos, y en un principio se alegró, pues así no caería en un pozo de desesperación, pero después se dio cuenta de lo que conllevaba aquello: no estaba sola. Lo había sabido desde que despertó, pero cuando se paraba a pensar en ello montones de ideas acudían a su mente. 
Abrió los ojos y observó. Distinguía una figura en un árbol que estaba a veinte metros de distancia, pero no podía ver quién era. Pese a que había recuperado notablemente la vista, apenas distinguía aquella sombra, y eso la desconcertaba. Tras darse cuenta de que no podría verle, decidió llamar su atención. 
¿Qué puede pasarme peor ahora? Estoy perdida, no sé cómo conseguir agua ni comida... Por muy malas decisiones que tome la situación no va a cambiar...
Aquella frase había comenzado siendo un susurro en su inconsciente, pero había insistido hasta que no podía pensar más que eso. 
- ¡Hola! - gritó -. Me llamo Leisha y estoy perdida... ¿Podrías ayudarme? 
La figura se movió y Leisha contuvo la respiración. Hizo señas con las manos para llamar su atención e intentó levantarse, pero antes de que estuviera en pie, aquel extraño joven estaba a su lado para ayudarla a sentarse de nuevo. 
Le miró ensimismada, era un joven hermoso, pero algo no encajaba. No era igual que todos aquellos con los que se había criado, no era como sus hermanos, ni tampoco como su padre o los demás hombres de la aldea en la que había vivido hasta entonces. Era diferente, sus facciones eran más delicadas y parecía más frágil, pero parecía tener más fuerza y seguridad que cualquier otro humano normal. Sus manos eran firmes y su rostro dulce y sereno. 
- No... no te preocupes, estoy bien - consiguió decir ruborizada.
El chico rió y la miró a los ojos, sonrió y se separó un poco. 
- Te... Hummm... - frunció el ceño e hizo una mueca.
- ¿Te...? - repitió Leisha, un tanto extrañada.
- Co... Comida - dijo él con torpeza.
- Ah... Sí... Tengo hambre... - contestó ella aliviada.
El joven se alejó por el bosque, dejando sola a Leisha, para buscar comida. 
Mientras, la muchacha pensó en él, se le ocurrió la idea de que fuera otra raza, pero la descartó. Aquel chico era humano, o al menos en parte...

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