Muchos vivimos en una monotonía constante, y ni siquiera nos damos cuenta, hay momentos en los que sabemos lo que pasará, y ni siquiera nos fijamos en ese hecho. Momentos en los que pasamos por un jardín sin darnos cuenta que aquella que más luce, es nuestra flor favorita, la que plantamos años atrás con nuestras propias manos y la ilusión de un niño que acaba de ver el sol por primera vez en la mañana.
Hay momentos en los que ni siquiera vemos que aquella persona en la que ponemos toda la atención con la que contamos nos está llamando. En los que no podemos ver que el deseo que hemos perseguido durante toda nuestra vida se está haciendo realidad.
Momentos en los que no sabemos si vivimos en el ayer, en el hoy o en el mañana. Momentos en los que estamos tan confusos que no sabemos si tenemos dos flores delante o si tal vez son tres. Momentos que podrían haber sido únicos, que podrían haber marcado nuestras vidas.
Hay momentos en los que la monotonía nos confunde, en los que se funde en un abrazo con nuestras vidas, dejando las almas flotar en el aire, sin rumbo fijo en la vida, sin razón de existencia. En los que nuestras auras son tan borrosas que nadie podría descubrir nuestra verdadera esencia.
Una monotonía que mañana podremos odiar, tanto como odiamos ayer. Una monotonía que echará a perder nuestras vidas, que nos impedirá salir adelante...
Seguir las monotonías existentes puede fastidiar el trabajo de toda una vida, puede distanciarnos de nuestros familiares, impedir que veamos cuál es el camino a seguir, el camino correcto.
Puede que no evitarlas haya acabado con la vida de muchas personas, o haya fastidiado la de otras... no sé vosotros, pero yo soy la dueña de mi vida, y no pienso echarla a perder.
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